Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2016

  mensaje papa

Misericordia quiero y no sacrificio es el lema propuesto por el Papa Francisco para la Cuaresma de 2016, la Cuaresma del Año de la Misericordia.  

«María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada»; «La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia; y «Las obras de misericordia», son  los tres puntos del mensaje pontificio.

En el primero, evocando el Magníficat de María, el Santo Padre empieza reiterando su invitación – como hizo en la Bula de convocación del Jubileo extraordinario – a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17).

En el segundo punto, recuerda que «el misterio de la misericordia divina» que se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios – siempre rico en misericordia y ternura- y su pueblo. «Drama de amor» que «alcanza su culmen en Jesús el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8).

En el tercer punto, el Santo Padre subraya una vez más la importancia de la obras de misericordia corporales y espirituales, con su especial anhelo de que el pueblo cristiano reflexione sobre ellas durante el Jubileo: «será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15).

«En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.), escribe el Papa Francisco y añade: «misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe».

Tras poner en guardia contra la «esclavitud del pecado», que «empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás», «hasta el punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión», el Santo Padre señala que: «Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos».

Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos».

El mensaje del Papa termina con esta exhortación: «No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38) .

Aquí dejamos el texto completo del mensaje:

https://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/lent/documents/papa-francesco_20151004_messaggio-quaresima2016.HTML

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